Democraticemos, que algo queda


A colación del artículo anterior sobre el Valencia C. F.: «Mi por qué», he decidido mostrar cual ha sido el funcionamiento del Consejo de Administración del club y sus diferentes consejeros desde el momento de su constitución como S.A.D. (cosa fácil porque los nombres son constantes).

Pongámonos en antecedentes: en la temporada 1985-86, tras unas temporadas tonteando con el descenso, la desgracia se consuma y el Valencia C.F, baja a Segunda División. Las deudas y las guerras cainitas dentro de la jet-set dirigente provocan una época de austeridad que se ve compensada con el resurgimiento de una masa social plagada de juventud. Tras el efímero paso de Pedro Cortés por la presidencia (el mismo que ahora va por las emisoras vendiendo su «conocimiento»), Arturo Tuzón se alza con el sillón de máximo dirigente aplicando, desde ese momento, un control férreo sobre cualquier tipo de gasto y, poco a poco, devolviendo la credibilidad a un club en desahucio. La política deportiva se centra en jóvenes jugadores, bien de la cantera propia o procedentes de equipos modestos, que van cimentando un equipo de calidad aunque de poca ambición. De la mano de Don Alfredo di Stéfano, llegan al primer equipo los Fernando, Giner, Voro, Quique, Arroyo, Fenoll, Alcañiz,… Muchos de ellos son, o han sido, empleados del club con posterioridad y otros, incluso, consejeros.

A lo que íbamos, Cortés y Tuzón y pertenecían a antiguas directivas del club y allí siguieron hasta la fatídica fecha de 1992, el año en que el club de fútbol pasó a ser Sociedad Anónima Deportiva. Desde ese momento todo accionista podía hacer valer sus acciones en las elecciones convocadas. Y pasó lo que muchos, imberbes aún, nos olíamos: donde antes elegían presidentes unos pocos, la democratización de las acciones hizo que, a partir de entonces, lo eligieran aún menos. Porque elegían los que más dinero habían invertido, que casualmente eran los anteriores directivos del club, porque para eso habían hecho paquetes de acciones que se habían repartido entre ellos. El problema es el de casi siempre en este club, una oligarquía de empresarios naranjeros, falleros y analfabetos, incapaces de ver más allá de su culo y despreciadores de los que les intentan hacer ver las cosas de forma diferente, y a los que gusta más un cargo que a un tonto un chupachups. Los componentes de aquel primer Consejo de administración no tienen desperdicio: Arturo Tuzón, Melchor Hoyos, Vicente Pons, Ramón Romero, Pedro Cortés, Ernesto Estellés, Peris Frígola, Paco Roig, Agustín Morera, Vicente Alegre, Vicente Silla y Vicente Fayos. Buena parte de ellos os sonaran porque han estado ahí, de forma continua o discontinua, hasta hace bien poco. Lo más gracioso de todo es que cualquier trama de intrigas y traiciones queda convertida en un juego de niños cuando ves los cambios de chaqueta continuos por parte de semejantes personajes, y de los que les han ido sucediendo. Para ver todo ésto en su máxima plenitud, recomiendo un artículo del amigo desmemoriats: De professió conseller del VCF(en valenciano)

El caso es que, en dos años, aquel grupo de consejeros saltó por los aires, principalmente por un personaje, de mote El tronaor, cuyo afán de protagonismo y populismo barato consiguió mover a las masas al grito de Per un València campió. Su nombre Paco Roig. Su lema anti-Tuzón, coreado por Mestalla, Arturo, suelta los duros. Demagogia en estado puro. Tuzón convocó elecciones y se retiró al calor del hogar. Al tronaor, los nuevos adversarios encabezados por Ramón Romero y Agustín Morera, le duraron medio asalto, aunque la derrota por 7-0 ante el Karlsruhe probablemente ayudó lo suyo. Arrasó en las elecciones y le llevó a la presidencia valencianista. Le acompañaron: Vicente Andreu, Juan Vicente Jurado,  Jaime Ortí, Salvador de la Asunción, Antonio Giner, Guillermo Miralles, Jaime Molina, Enrique MorenoEnrique Roig, Juan Ruiz Huerta y Enrique Ruiz Magraner. Posteriormente se unieron Beatriz Delgado y nuestro actual Presidente, Manuel Llorente. Paco comenzó a granjearse la enemistad del populacho cuando decidió cobrar como sueldo el 1% del presupuesto del club.

En 1996, tal y como ha sucedido en 2009, Roig intentó democratizar el club realizando una ampliación de capital y, así, conseguir que los grandes paquetes accionariales quedasen anulados. El problema, como no, es que el que tiene el chupachups no quiere que se le acabe, así que Roig hizo trampas. Por medio de un grupo de testaferros fue acumulando acciones para intentar mantenerse en el poder sine die. Pero un club de fútbol no es una empresa, y cuando la pelota no entra a ti, que estás en el palco, Mestalla te grita de todo. Y un día Paco no pudo más y le dejó el mando a Pedro Cortés, que había regresado, y que a su vez se lo dejó a Ortí (el presidente más laureado tras Luis Casanova). Luego llegaron Juan Soler, el efímero Morera, el embastaor Vicente Soriano y el actual, Manuel Llorente. Todos con sus movidas, politiqueos, trampas, embustes y adláteres de tres al cuarto. Todos rodeados por chaqueteros con deseo de ver en sus tarjetas de visita el chusquero Consejero del Valencia C. de F., S.A.D., e incapaces de entender lo que significa las palabras lealtad y honor. Incapaces de mirar más allá de sus bolsillos. Para sentir vergüenza.

Y llegamos al 2009, llamada por algunos la Gran democratización, la liberadora, la que iba a devolver el club a sus verdaderos dueños: la afición. Todos sabemos como ha acabado ésto, pero lo que me interesaba es mostrar que todo era un tremendo blufff.

Empecemos a hacer números. Tras la ampliación del 96, las acciones emitidas por el Valencia Club de Fútbol eran unas 192.225, repartidas entre unos 44.000 socios. La emisión de 2009 era de 1.922.250 acciones. Coste por acción: 48€. Hagamos pequeños cálculos. Para conseguir la democratización real del club, esos casi dos millones de acciones deberían haber sido vendidas en paquetes iguales a esos 44.000 socios (la variación en el reparto de las 192.225 anteriores queda en algo mínimo). En reparto simple, a cada socio le corresponderían unas 44 acciones, lo que supone unos 2.100€. Algo inasumible, por mucho amor a unos colores que sientas, por el 90% de los socios del club. Más si hablamos de una familia con dos,tres, cuatro o más socios. Y eso lo sabía quien la propuso, como también sabía que era imposible  completar la venta de todas las acciones. Y, seguramente, también sabía cómo solucionarlo para conseguir que su propósito no se viese alterado: tenerlo todo bajo control. Porque yo quisiera saber, ¿alguien cree que un consejero del club, por muy presidente de fundación que sea, va a votar en contra de las decisiones del consejo al que pertenece? Társilo Piles tampoco.

Deja un comentario