Y ahora para los de aquí.
Muchas veces hemos oído hablar de la guerra de medios, la lucha por la audiencia,… Algo lógico en este mundo de competencia en el que un oyente/lector/televidente supone aumentar los ingresos por publicidad. No es algo que desapruebe, lo que desapruebo son las formas. De un tiempo a esta parte, los medios de comunicación deportivos valencianos se sirven de unos métodos, cuanto menos, barriobajeros: desde el más asqueroso de los amarillismos hasta la invención de noticias sin el más mínimo pudor. Esas actitudes, esas formas, hacen de ellos, a vista de muchos aficionados, auténticos carroñeros informativos.
Yo crecí oyendo fútbol en la radio, con la sapiencia de Jesús Bernal, primero (al lado de ese inclasificable sujeto llamado Manolo Más), y las narraciones de José Luis Chiclana, después (alguno debería contar algún día su movida con Pedro Morata). Eso era periodismo, lo de hoy es pura mierda. Una mierda que ni ellos mismos son capaces de ver, salvo algún medio, y que siguen aumentando de forma considerable un día tras otro.
Estos personajillos, cada uno de un padre y una madre, capaces de desdecirse a los dos minutos, se han metido en una guerra sin cuartel que, en muchas ocasiones, parece más una película de los hermanos Marx que unos programas de radio o columnas periodísticas. Personajes capaces de vender su opinión por cuatro anuncios, consiguiendo que sus oyentes naden en el más absoluto caos. ¿Cuál es el interés de todo ese planteamiento esquizoide? Lo cierto es que no tengo ni puñetera idea. Pero sí tengo clara una cosa, como el Valencia desparezca, la mayoría de estos fantasmas van a tener que vivir debajo de un puente.
Si hacemos repaso tenemos a Pedro Morata (SER), Julio Insa (RadioEsport), Eduardo Esteve (Onda Cero), Manolo Montalt (R9),… todos con sus filias y sus fobias, en plan patio de colegio ursulino, capaces de repartirse hostias como panes y, posteriormente, juntarse en causas comunes. Algo de locos. Aquí hemos visto a Vidagany o Fran Guaita repartirle leches al Pimentó por todos lados para luego aliarse con él y mudarse a la Cadena SER para esconderse bajo palio. Y pelillos a la mar. Luego dicen que la gente no les toma en serio. Normal.
El caso es que ya la cosa ha llegado a un punto que no sé para donde van a tirar. Desde que Paco Roig llegó al Valencia, los medios periodísticos se han agrupado en bandos : los del pro y los del contra. Algunos incluso han pasado de ser pro a ser contra (o viceversa) en el espacio de tiempo de un suspiro. En esto, Morata se lleva la palma: apoyó (prácticamente exigió) la llegada de Soler para poder quitar de en medio a Roig (enemigo íntimo), para luego exigir su eliminación del mapa. Con Llorente lleva una relación de amor-odio que raya la bipolaridad. Y todo por los jodidos intereses. Los periodistas ya no informan, son meros extorsionadores que alteran el curso de las noticias según sus necesidades. Llega a ser realmente absurdo escuchar ciertos programas de radio el lunes siguiente a un partido. Según el bando y el resultado la temática puede ser realmente rocambolesca.
Luego está el otro extremo, el de llegar a inventarse noticias o crear falsas ilusiones en los aficionados por el mero hecho de creerse ellos los protagonistas del cotarro, cuando son meros voceros. Desde traer «inversores» que resultan ser unos engañabobos más chapuceros que Pepe Gotera y Otilio, hasta organizar manifestaciones en Valencia regalando bocadillos o montar un espectáculo bochornoso con un grupo de japoneses en un centro comercial. Eso es el periodismo deportivo valenciano. Evidentemente hay profesionales que intentan hacer su trabajo de forma correcta, pero son los menos o son relegados al ostracismo (sigo echando de menos General de pie).
Lo de los rumores de fichajes y tal lo dejo estar, por imposible.
Pero lo que más me enerva es la última moda de estos correveidiles: el uso de las banderas como seña de identidad del club, el hacer del blaverismo más casposo y recalcitrante un modo de supervivencia futbolístico. Y eso me da nauseas. La proliferación de ese argumentario sin fundamento, según el cual este club debe aumentar el número de jugadores de la tierra en detrimento de otros cuya implicación, en el mejor de los casos, es tan dudosa como su nivel futbolístico, empieza a resultar cansino y propio de indocumentados con ganas de conseguir audiencia a partir de la cultura del patrioterismo de pueblo. Ese argumento de falla de barrio se cae por su propio peso simplemente retrocediendo unos años, hasta la temporada 2003-04, el año del doblete no teníamos una plantilla con amplia mayoría de valencianís: 7 (3 más que la actual). Y de ellos, titulares indiscutibles solamente 2: Albelda y Vicente. Por el contrario, ha habido temporadas con una amplia mayoría valenciana en la plantilla y no pasábamos de un mediocre cuarto puesto (cuando se llegaba). Por ejemplo, en la 1991-92, así a bote pronto, me salen doce jugadores de la Comunidad y en la 1993-94 cuento 10. Y esos jugadores son los que protagonizaron la mayor vergüenza que recuerdo yo: el 7-0 de Karlsruhe . Si nuestro actual número 6, el de «el que no quiera estar aquí que se vaya», tuviese un mínimo de sentido común (de los palmeros que le ríen las gracias mejor no digo nada) debería cerrar la bocaza, pensar si él mismo merece estar donde está y si realmente lo que nos interesa son jugadores valencianos.
PD: Sólo echando un vistazo a 1ª División, y viendo los jugadores valencianos que hay en las diferentes plantillas, algún abanderado de la causa podría pensar que igual no mantendríamos ni la categoría.
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